lunes, 3 de diciembre de 2007

La inapetencia...is back!


No quiero ser del head-set
Son el furor del mercado laboral entre los más jóvenes: son seis horas de trabajo, los sueldos superan la media y el clima del lugar linda con la estudiantina. Pero no todo es como suena: el entrenamiento absurdo (como estimular la confianza entre compañeros), las reglamentaciones estrictas de las que depende el bonus del sueldo (como atender el teléfono con una sonrisa) y los controles permanentes (como el tiempo máximo para ir al baño) han convertido a los call centers en usina de conflictos gremiales, libros, obras de teatro y juicios que muestran lo caliente que está todo en ese círculo del infierno.
El trabajo en un call center consiste en atender llamados que derivan grandes empresas –telefónicas, bancos, tarjetas de crédito; nacionales o extranjeras–, ya sea para reclamos, atención al cliente o soporte técnico, y también en hacer llamados para vender distintos servicios, entre otras cosas. Aunque también una empresa puede tener su propio centro de llamados. Esto es lo que permite que un empleado porteño o rosarino atienda en línea directa a una celebrity de Hollywood que quiere saber el estado de su cuenta súper híper Platinum, que un chileno tenga que aprender palabras como “vale” o “venga” para pasar por español o que un problema con un celular de Buenos Aires sea atendido por una cordobesa servicial. Las características que le son propias a este trabajo convierten al call center en un exponente pródigo de la flexibilización, entendida como una idea enorme que comparte la complejidad de los pequeños grandes temas contemporáneos. Además de jugar a ablandar las fronteras (en el sentido menos metafórico e idílico: muchos de los teleoperadores off shore tienen que decir que están en otro lado, y cada vez es más común que los llamados de Buenos Aires se deriven al interior) o a cambiar los nombres de los empleados (también: sobre todo en los off shore, pero no solamente), esta nueva realidad laboral termina de meter en una multiprocesadora ideas como “trabajar en una gran empresa”, materializadas en esos headsets reglamentarios para cualquier telemarketer (auriculares más micrófono, a menos de 10 pesos en el Once), que maquillan de NASA el aceite sobreusado de McDonald’s.
Hasta ahora, fueron surgiendo distintos ejemplos de reclamos y demandas organizadas en call centers. Además de algunos paros o escraches en Capital Federal o Córdoba, en 2005 se conformó Teleperforados, una agrupación de trabajadores de Teleperformance en cuya página (www.teleperforados.com.ar) se puede acceder a noticias gremiales y a distintos videos tomados de situaciones más o menos tétricas dentro de un call center. El conflicto más pesado hasta ahora es el que sostuvo y sostiene una cantidad de teleoperadores de Atento, un centro de llamados con cuatro sedes en Buenos Aires cuyo principal accionista es Telefónica. El motor principal del reclamo es la firma de un acuerdo colectivo de trabajo para unificar, regularizar y reconocer la tarea y sus condiciones. También, la sanción de la Ley del Teleoperador (presentada por el diputado Miguel Bonasso) por la cual se reconozca como tal a cualquier persona que atienda el teléfono al menos tres horas. Uno de los objetivos es evitar el alineamiento con otros sindicatos que poco y nada representan la actividad, los riesgos y las necesidades que surgen de atender y ejecutar llamadas compulsivamente, trabajar con un headset pegado a las orejas y hablar desde un cubículo con todo el mundo. Como se detalla en el libro ¿Quién habla? Lucha contra la esclavitud del alma en los call centers (editado por Tinta Limón), el conflicto empezó a hacerse evidente un día de 2004, cuando FOETRA (Federación de Obreros y Empleados Telefónicos) entró en distintos edificios de Atentos (una empresa que se destaca por una estética juvenil, con colores estruendosos, logo “decontracté” y bullicio de bar nocturno). Fue después de este ingreso que la empresa solicitó, nada menos, gendarmes para el interior de las dos sedes que tenían en ese momento, en Martínez y Barracas, además de imponer controles cotidianos a los empleados. Esto funcionó para incomodar a la empresa y para desayunar a los empleados sobre la irregularidad del estatuto y la necesidad de su reemplazo. En agosto del 2005 FOETRA volvió a hacerse notar en la puerta, en línea con el primer paro que se repitió también en distintas ocasiones a lo largo de septiembre, con marcha al Ministerio de Trabajo incluida. Hubo también tomas y estado de asamblea.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-3776-2007-04-29.html

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